sábado, agosto 02, 2008

La historia de la muerte de Bart Allen

El relámpago en la botella
Tras lo ocurrido en la Crisis Infinita, Bart Allen reaparece aparentando una veintena de años y sufriendo amnesias tras la lucha a vida o muerte dentro de la Fuerza de la Velocidad con Superboy Primo. Las visiones experimentadas en su interior y la pérdida de Wally han contribuido a crear un trauma en el joven que niega a todos ser el único velocista en contacto con la Fuerza. En realidad Bart Allen sí mantiene la fuente de sus poderes pero su empleo es muy difícil y de consecuencias impredecibles para él y para su entorno. Emancipado de sus tutores hasta ese momento, los Garrick, Bart trabaja en una fábrica de automóviles de Keystone City como operario y convive con Griffin Greyy, un simpático calavera algo bocazas y fantasmón al que Allen aprecia lo suficiente como para arriesgarse a usar sus poderes públicamente e intentar salvar, sin conseguirlo, a Griffin durante una explosión ocurrida en la fábrica.


Los problemas de Bart con la Fuerza de la Velocidad le llevarán a los laboratorios S.T.A.R, donde le proporcionarán un nuevo uniforme que absorba la fricción y evite que su cuerpo sufra daño alguno para que de esa manera, una vez más, Flash pueda ser el hombre vivo más rápido sobre la faz de la Tierra. Además, allí conocerá a la doctora Valerie Perez, con la que hará buenas migas y mantendrá una relación cada vez más estrecha en lo personal y en lo profesional, pues Valerie estudiará los cambios que han provocado la nueva situación de Allen. Pero la vida de Bart dista mucho tranquilizarse cuando su compañero Griffin, que ha sobrevivido a la explosión muestra una serie de poderes cuyo empleo le provoca un envejecimiento acelerado pero cuyo uso no quiere parar ante el placer ególatra que le proporciona. Los antaño amigos entablarán una lucha fratricida de impredecibles consecuencias.

A todo gas
Apenas recuperado de las heridas físicas y emocionales de su enfrentamiento con Griffin Bart sufre un nuevo golpe, el abandono de Valerie. En realidad esta ha sido secuestrada por Inercia, el clon de Bart venido del futuro, que intanta acceder a la Fuerza de la Velocidad mediante un cañón de fotones al que encadenará a la propia Valerie. El esfuerzo sobrehumano de Bart por frustrar los planes de Inercia y salvar la vida de su amada le hacen triunfar allí donde su abuelo fallara -detener una partícula a velocidades más allá de la luz sin morir en el intento- y asumir definitivamente su paso a la madurez. Bart y Valerie deciden empezar una vida juntos en Los Angeles, a la vez que el joven estudiará ciencias forenses como su abuelo. La serenidad ganada por Allen y demostrada por su alter ego Flash impulsan a la Liga de la Justicia a ofrecerle una membresía en el grupo, y el mismísimo Batman, que bautizara a Allen como Impulso más como una advertencia sobre su carácter que como una definición de sus poderes, da su bendición. Bart Allen se ha convertido en el único Flash por derecho propio.


Pero Inercia no ceja en su empeño de aguar la fiesta y manipula a los Villanos de Flash para orquestar un plan maestro que acabe con la vida de su odiada némesis. Dirigiendo un grupo formado por Ola de Calor, Amo de los Espejos, Capitán Frío, Abra Kadabra, el Flautista, el Bromista y el Mago del Tiempo, Inercia desarrolla una máquina con la que detener el tiempo y anular en su area de efecto el efecto de la Fuerza de la Velocidad. Desoyendo la desesperada súplica de su abuela Iris, que intenta detener al muchacho a toda costa pues sabe el fatal desenlace de la situación, Flash se enfrenta a Inercia y a los villanos, pero la aparición del Flash Negro, una presencia fantasmal que vaticina la muerte de un velocista, sólo puede significar lo peor. Sin poderes, drenados por Inercia, y superado en número, Bart Allen afronta su destino final como los Allen han hecho siempre, sin titubear ni dar un paso atrás.

Vive como Flash, muere como Flash
El caso de The Flash: The fastest man alive (2006-2007) es el ejemplo perfecto de cómo las injerencias editoriales y las malas ventas de un tebeo pueden influir sobre la vida y la muerte de un personaje de ficción. Dentro de los eventos del Año después se pensó que podía ser una buena forma de captar nuevos lectores el jubilar a Wally West, casado y padre de dos hijos, cerrando una colección iniciada en 1987 y que alcanzó hasta su número 230 ofreciendo historias de muy alto nivel, e intentado captar nuevos lectores con un lavado de cara de la franquicia. Nuevos personajes secundarios, cambio de situación del protagonista y un rumbo que emparentaba la colección con Smallville en más de un sentido, empezando por la edad del protagonista y siguiendo por el repetitivo esquema de la serie en sus primeros números: problema personal, presentación del villano de turno, resolución de ambos conflictos, vuelta a empezar. El hecho de que los guionistas de los primeros 8 números de la colección provinieran del medio televisivo quizá no les hizo la elección ideonea para una tarea tan difícil como contentar a los viejos seguidores del personaje con un cambio a todas luces radical y a la vez captar nuevos lectores a marchas forzadas. Danny Bilson y Paul Demeo, que ya habían trabajado juntos en la serie televisiva de Flash, no tuvieron demasiado tiempo para lograrlo, y ante el aluvión de críticas recibidas en la editorial se tomó una decisión ejecutiva en los dos sentidos (los mandamases ordenaron ejecutar al personaje). Para ello el elegido fue Marc Guggenheim, nuevamente procedente del mundo de la televisión aunque sus trabajos previos ofrecen un poco más de solvencia (El abogado, CSI: Miami o Ley y orden cuentan con guiones escritos por Marc). Según declaraciones propias, su arco argumental de cinco números debía finalizar con la muerte de Bart Allen, con lo que tampoco podía hacer más que intentar cerrar todas las líneas argumentales abiertas y dar un poco de coherencia al conjunto empleando elementos de la mitología del personaje como los Villanos, Iris Allen o el Flash Negro. Nos encontramos con una chapuza editorial de proporciones inmensas, pues todo se hizo sobre la marcha. Tanto es así que la serie tenía anunciado hasta su número 15 en el Previews, siendo sustituidos el 14 por el All Flash 1 y el 15 por el 231 de Flash, retomando la numeración previa al año después y devolviendo el protagonismo a Wally West.


En el apartado artístico encontramos a Ken Lashley en la primera parte de la serie, dibujante correcto con algunos toques de espectacularidad que ha trabajado a lo largo de los años para las dos grandes en series como Doc Samson, Excalibur, Cyborg o Superman. A pesar de ser el dibujante regular ya necesitó de la ayuda de fill-ins para terminar el primer arco argumental, realizados por Ron Adrian. El número 10 sería realizado por Paco Díaz, demostrando su buen hacer y la versatilidad de su estilo. Para cerrar la colección se recurrió al eficaz, cumplidor, aparente, y rápido, sobre todo rápido, Tony Daniel, ofreciendo tres números finales muy dignos para una colección olvidable y que se cerraba de forma apresurada y trágica. Las consecuencias de ese número 13 han podido ser vistas en el macro crossover Countdown y más recientemente han originado el spin-off de Crisis Final: La venganza de los Villanos, pero para eso aún falta mucho tiempo y no quiero destriparles nada.

Queda, lamentablemente, la pérdida de un personaje que pudo haber dado mucho más juego pero que ha sufrido en sus ficticias carnes la soberbia del editor de turno que intentó pegar el pelotazo editorial con un cambio de rumbo desastroso y lamentable en su planteamiento original y cuya única solución era hacer una especia de borrón y cuenta nueva, y donde dije Bart Allen vuelvo a decir Wally West, y si te has muerto ya te resucitarán dentro de cinco años, cuando nadie se acuerde de esta metedura de pata. Quedan un puñado de buenas historias con el personaje de la mano de Mark Waid, Todd De Zago, Peter David, Brian Augustin o Geoff Johns, que son el auténtico legado de este personaje divertido, alocado y entrañable. ¡¡¡Goodspeed, Bart Allen!!!




4 comentarios:

Alberto Díaz dijo...

Poco que añadir a sus veraces palabras, sr. Plissken. Se ve que los americanos han desoido el refrán ése de: "si algo no está roto, no lo arregles."

No había ninguna necesidad de retirar a Wally West, ni de sustituirlo con Bart, ni de matar a éste. Pero se ve que cuando algunos se quedan sin ideas...

Grandes posts, me han molado.

Plissken dijo...

Gracias por sus amables palabras, caballero ;D Lo cierto es que Flash (1989) es otra de esas pequeñas joyas de los 90 con guiones excelentes de Mike Baron, William Messner Loebs, Mark Waid, Brian Augustyn, Grant Morrison o Geoof Johns, en la que hemos podido leer grandes historias y disfrutar de una mitología propia. Que el intento de dejarlo todo de lado para crear una especie de Ultimate Flash es algo que me parece normal, pero ojalá lo hubiesen arreglado de otra manera... Aunque ya ni los velocistas muertos parecen quedarse muertos, sigh.

Alberto Díaz dijo...

El otro día leí en la web de Planeta que piensan editar los comics "especiales" de DC de los '90, en los que se enclava el Flash de Waid, en el formato Universo DC. A mi me está sonando a que van a sacar Starman así. Y no sé si eso sería bueno o malo, habiendo disponible esa pedazo de edición en Omnibus.

Y parafraseandole a usted mismo: In Johns we trust!

Plissken dijo...

Mucho me temo que esa sera la forma de publicación de Starman, muchas páginas por relativamente poca pasta y ver si de esa forma el lector español que ya ha leído la colección vuelve a comprarla y el que no la conoce pica. Y en unos años... ¡absolute Starman al canto! Que duro es ser friki ;D

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