domingo, octubre 21, 2012

El Castigador de Garth Ennis: Una oscura historia de violencia

La historia previa del personaje es conocida por todos. Frank Castle, veterano de Vietnam y amante padre de familia va a Central Park de Picnic con su mujer, María, y sus hijos. La idílica mañana en el parque se transforma en un baño de sangre cuando tras ser testigos de una ejecución mafiosa son tiroteados por los criminales. En el fuego cruzado resultan asesinados los niños y la mujer, y gravemente herido Frank Castle. Devastado por el suceso, y ante la incapacidad del sistema para castigar a los culpables, empleando sus conocimientos de armas y tácticas militares, se pinta una calavera en el pecho y comienza una carrera asesina contra los bajos fondos de New York. Ha nacido el Punisher (Castigador), un ángel vengador cuyas primeras apariciones son como villano de personajes consolidados como Spiderman o Daredevil (Amazing Spiderman 129). Sus huesos pronto acabarán en la cárcel, y ahí nacerá un nuevo concepto de anti-héroe. Su paso por Ryker's Island y su posterior encuentro con la organización criminal conocida como el Trust caló hondo entre los lectores, gracias a los secos y contundentes guiones de Steven Grant y al espectacular trabajo de Mike Zeck en el dibujo.



El éxito de esa miniserie de cinco números propiciaría la aparición de una serie regular narrando las andanzas del Castigador, acompañado ahora de un genio de la informática, mecánica y logística conocido como Microchip y emprendiendo una lucha contra el crimen a todos los niveles, desde los traficantes de droga o armas, los grandes jefes mafiosos -como Kingpin- o cualquier criminal que captase la atención de Castle. Con guiones de Mike Baron y dibujos de un variado plantel de artistas que incluirían a Klaus Janson, Whilce Portaccio o Russ Heath entre otros, la serie estableció un tono para el personaje, mostrando sus pensamientos sobre el mundo y sobre sus acciones en las anotaciones de Frank en un particular Diario de Guerra contra el crimen. El personaje se convirtió en uno de los más populares de la editorial en una época en que lo oscuro y violento vendía una barbaridad, y al igual que Lobezno protagonizó múltiples apariciones en otras colecciones. Apareció una segunda cabecera con el nombre de Diario de Guerra del Castigador, con los talentos de Mike Potts y Jim Lee narrando más desventuras del Punisher, y el personaje fue diluyendo su potencial inicial poco a poco, incluso con una tercera cabecera, Punisher: Zona de Guerra, hasta que Marvel, incapaz de gestionar artísticamente a un personaje tan difícil y complejo como este, en última instancia un asesino, criminal él mismo por operar al margen de la ley, acabó matándolo en un cross-over absurdo.



Renacido como un ángel vengador -literalmente- la editorial decidió confiar en un equipo creativo de garantías y darles cierto margen artístico para que recuperaran al personaje. Los elegidos fueron Garth Ennis y Steve Dillon, que habían encadenado dos etapas de altura en series orientadas a un público más adulto como eran Hellblazer y Predicador. En apenas unas viñetas, el Castigador de Ennis se mofa de su etapa divina y la desestima de un plumazo, devolviéndolo a una guerra eterna, cruel y devastadora contra la mafia neoyorkina, encarnada en esos primeros pasos por Ma Gnucci, una verdadera bestia parda del crimen que maneja a su Familia con mano férrea. El Castigador comenzará una guerra sin cuartel a la vez que tendrá que empezar desde cero, sin bases secretas, sin Micro, sin apoyo alguno. Tan sólo un particular vecindario que pronto descubrirá su identidad le servirá de un mínimo apoyo contra todo lo que Ma Gnucci le envíe, empezando por docenas de sicarios y terminando con un psicópata ruso de dos metros y pico de altura y una curiosa personalidad que ha hecho del asesinato una función vital más de su cuerpo.



El tono de esa primera etapa de doce números se trasladaría en general a la siguiente etapa de la serie, dentro del sello Marvel Knights y con una duración de 37 números, la mayoría de ellos guionizados por Garth Ennis -excepto la historia de los taxistas guionizada por Tom Peyer- y con dibujos de Steve Dillon, Manuel Gutiérrez y Darick Robertson. Nos volvemos a encontrar con viejos conocidos, como el Ruso, ahora con un cuerpo grotesco de senos gigantescos al servicio de un cartel de traficantes de armas, así como a varios héroes de Nueva York como Spiderman, Daredevil o Lobezno, a los que Castle humilla, vapulea, machaca y derrota física y moralmente en cada uno de sus encuentros. Tanto es así que los tres armarán una suerte de plan de contingencia para acabar con las actividades del Castigador y entregarlo a la policía, contando con esa frontera moral que el personaje jamás había cruzado, la de matar a un defensor de la ley. En la saga La conjura de los necios, que cuenta con arte de un viejo compañero de correrías de Ennis, John McCrea, somos testigos de tan particular alianza y de sus consecuencias. Además de estos personajes nos encontramos con la presencia recurrente del Detective Soap, un pobre oficial desgraciado e inútil elegido por esas cualidades para liderar un grupo anti-Castigador de un solo poli que sufre las burlas de sus compañeros, el desprecio de su barman y las pullas y bromas delirantes de una vida cruel que le abocan a los brazos de su madre perdida, su hermana y de un preso recién salido de la cárcel.



Tras cuatro años con el personaje, y después de unos conocimientos titubeantes, Garth Ennis no sólo había cogido la medida del personaje, sino que lo había hecho irremediablemente suyo. En un texto introductorio a su primer tebeo Ennis casi justificaba la decisión de contar las andanzas de Castle, un personaje moralmente reprobable, de métodos injustificables y de actitudes extremas, fuera de toda cordura y toda ley y embarcado en una cruzada sin fin. El tono jocoso y grotesco de algunas historias, mezclado con la explícita violencia del título, con una decena de cadáveres desmembrados, acribillados, acuchillados o vaya usted a saber asesinados cómo, Ennis se replantea al personaje y en la miniserie Punisher: Born, con arte de Darick Robertson coloca al personaje en perspectiva. Castle no murió en Central Park y dejó paso al Castigador. La oscuridad, la presencia del ángel vengador, la muerte encarnada estaba escondida desde mucho antes en su interior, desde su estancia en Vietnam cuidando el culo de novatos imberbes, soportando a oficiales ineptos, luchando una lucha que muy pocos entendían y afrontando la noche final del Campamento Valley Forge. Este emplazamiento, ubicado en la frontera sur vietnamita, sufrió un ataque frontal que exterminó a todos los soldados americanos excepto a uno, el Capitán Frank Castle, que fue hallado en medio de una pila de cadáveres. Para Ennis ese fue el momento en que nació el Castigador, el cual permaneció latente hasta que emergió con toda su furia asesina.



Tras el paso por el sello Marvel Knights, el Punisher encuentra su lugar bajo el sol con el sello MAX y una orientación aún más adulta y explícita de sus historias. Ennis olvida por completo el componente irónico que distanciaba al lector de la violencia ejercida por el personaje y se deja en el camino secundarios cómicos como Soap o historias grotescas como la de los mafiosos enanos o la conjura de los héroes. El Castigador se convertirá en el centro de un mundo oscuro y sin sentido en el que la muerte campa a sus anchas y los criminales ejercen su férreo yugo sobre una sociedad incapaz de luchar eficazmente contra él. El particular microcosmos de las mafias irlandesas y sus luchas intestinas, el regreso de un viejo aliado ahora en manos de un equipo de élite de la CIA que busca acabar con Castle, una incursión suicida en Rusia para rescatar a una niña portadora de un componente químico letal, el salvaje enfrentamiento con un clan de tratantes de blancas de origen balcánico, una alianza de viudas mafiosas en busca de vendetta, o un plan orquestado por la cúpula militar podrida y secreta del ejército de los EEUU que quiere atar los cabos sueltos de la misión en Rusia...



Todo lo anterior será lo que podremos encontrar en los 60 números escritos por Garth Ennis dentro del sello MAX, mostrando un particular microverso de personajes y situaciones que se repiten de una a otra saga, entroncando venganzas personales y repercusiones imprevistas de los actos del Castigador como modo de vehicular la historia de un hombre cada vez más viejo y cansado a la hora de afrontar su tarea. Las relaciones de Frank con otros viejos soldados, como Nick Furia, retratado aquí como un hijo de perra de armas tomar cínico y amargado por un mundo podrido que no merece el esfuerzo de ser salvado, o Yorkie Mitchell, su colega británico, permiten que Ennis se luzca con esas conversaciones repletas de significado a lo que tanto nos había acostumbrado en sus series anteriores. Igualmente aparecen personajes femeninos de gran fuerza, como el caso de la trabajadora social Jen Cooke o Kathryn O'Brien, operativa de la CIA que participará en una primera misión contra Castle, sucumbirá a la atracción animal que este despierta en ella y compartirá con el Castigador mucho más que sangre, sudor y lágrimas. En el campo de los oponentes, quiero destacar dos dentro de esta etapa. El primero es el General Nikolai Alexandrovich Zakharov, conocido como el Hombre de Piedra, una leyenda de la antigua URSS que dirige con mano de hierro a sus tropas y que se cruzará con el Castigador una vez más de la que le habría convenido. El segundo es lo más próximo que ha tenido Castle a una némesis, un reverso oscuro imparable al que apenas consiguió sobrevivir. Barracuda. Un personaje con tal fuerza acabó mereciendo incluso una miniserie para contar alguna de sus barrabasadas previas al encuentro con Frank Castle como sicario de un grupo de ejecutivos de una corporación corrupta.


En el campo artístico nos encontramos con un plantel de dibujantes de primera magnitud, como el argentino Leandro Fernández, que se encarga de varios arcos argumentales y mejora notablemente con cada uno de ellos, Lewis Larosa, Doug Braithwaite, Lan Medina o el que para mí resulta el más espectacular e impactante de todos ellos, un inmenso Goran Parlov que narra con aterradora claridad y explicitud los más salvajes enfrentamientos entre el Castigador y todos los desgraciados que se cruzan en su camino. Otro de los elementos que contribuyeron a dotar de cohesión la etapa de Ennis con el personaje fue la presencia del ilustrador Tim Bradstreet como portadista regular de la serie, ofreciendo una serie de composiciones hieráticas y aterradoras del Castigador, una suerte de recopilación de retratos de la encarnación de la muerte sobre la Tierra.



Para ir terminando este repaso, debo decirles que he disfrutado enormemente de la lectura de un tirón de toda esta etapa, que comencé a comprar en su momento pero me dejé a medias de la etapa de Marvel Knights, justo antes de que comenzara a intuirse el cambio de tono y de orientación de la misma y pasase de ser una cacería de patos con nombre italiano a un compendio de lo más oscuro, desagradable y podrido que se esconde en el interior de nuestra sociedad y de nosotros mismos. De todo lo que he leído del guionista norirlandés, y considerando este un gran trabajo en conjunto, lo situaría en el cuarto lugar de un ranking personal encabezado por Predicador, seguido por la magistral Hitman -que estoy planteándome releer-, y en tercer lugar su etapa con John Constantine. Si no han leído ninguno de los tebeos anteriormente mencionados ya tienen deberes para unos cuantos meses. Y les dejo ya por hoy, que un servidor no quiere castigarles más con sus parrafadas entusiastas sobre un tebeo que le ha gustado tanto en conjunto como este.

2 comentarios:

Osukaru dijo...

Ahora que estarán disponibles, me imagino que estaría bien pillarselos y hacer lo que tú; leerlos del tirón.

Las tramas que has comentado hacen que tenga ganas de empezar en cuanto antes!. Maldito!. Argh!.

Plissken dijo...

Casi te recomendaría que leyeras directamente Born, la etapa MAX y alguno de los arcos de Marvel Knights. Desde luego que va in crescendo la calidad y la intensidad de las historias.

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